Umberto Eco y los 14 puntos del fascismo
Una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, asustadas por la presión de grupos sociales subalternos.
Umberto Eco, el escritor, filósofo y profesor universitario nacido en Italia en 1932, autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía, así como varias novelas (siendo "El nombre de la rosa" la más conocida, y con una película basada en ella), nos relata la manera en la que vivió sus primeros años sumergido y moldeado bajo el contexto del fascismo italiano:
En 1942, a la edad de diez años, gané el primer premio de los Ludi Juveniles (un concurso de libre participación forzada para los jóvenes fascistas italianos, esto es, para todos los jóvenes italianos). Había discurrido con virtuosismo retórico sobre el tema: “¿Debemos morir por la gloria de Mussolini y el destino inmortal de Italia?”. Mi respuesta había sido afirmativa. Era un chico listo. Después, en 1943, descubrí el significado de la palabra “libertad”. Contaré esta historia al final de mi discurso. En aquel momento “libertad” no significaba todavía “liberación”. Pasé dos de mis primeros años entre SS, fascistas y partisanos, que se disparaban mutuamente, y aprendí cómo evitar las balas. No estuvo mal como ejercicio.
Revista “La Biblioteca”. El fascismo eterno. Umberto Eco
Quizá, por esta razón, es que Umberto muestra una gran curiosidad con relación al pensamiento fanático e intolerante, como podemos leer en su reflexión sobre lo que él llama “fascismo eterno”, o Ur-fascismo.
El término «fascismo» se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista. Quítenle al fascismo el imperialismo y obtendrán a Franco o Salazar; quítenle el colonialismo y obtendrán el fascismo balcánico. Añádanle al fascismo italiano un anti-capitalismo radical (que nunca fascinó a Mussolini) y obtendrán a Ezra Pound. Añádanle el culto de la mitología celta y el misticismo del Grial (completamente ajeno al fascismo oficial) y obtendrán uno de los gurús fascistas más respetados: Julius Evola. […] Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen entre sí, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista.
Revista “La Biblioteca”. El fascismo eterno. Umberto Eco
Para hacerle honor a dicha herencia de conocimiento, que emerge de la experiencia prolongada y de primera mano como la de este autor, revisaremos a continuación sus 14 puntos completos, citados directamente del escrito original de Umberto Eco; estaré agregando algunos comentarios en aquellos puntos que considero difíciles de comprender sin un contexto apropiado.
1. La primera característica de un Ur-fascismo, dice Eco, es el culto a la tradición:
El tradicionalismo es más antiguo que el fascismo. No fue típico sólo del pensamiento contrarrevolucionario católico posterior a la Revolución Francesa, sino que nació en la edad helenística tardía como reacción al racionalismo griego clásico. En la cuenca del Mediterráneo, los pueblos de religiones diferentes empezaron a soñar con una revelación recibida en el alba de la historia humana. Esta revelación habría permanecido durante mucho tiempo bajo el velo de lenguas ya olvidadas. Estaría encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de las religiones asiáticas.
Umberto nos comparte esta interesante observación sobre la obsesión a las revelaciones de antaño. Existen varios momentos en la historia en que las crisis culturales llevan a las masas a buscar claves en pasados gloriosos. En este caso específico Eco habla acerca de Roma y de cómo los pueblos sometidos a este Imperio, y el mismo pueblo romano desesperanzado por el decaimiento del imperio, comenzaron a idear una suerte de revelación que pronto llegaría y que estaría ya predestinada desde el Mundo Antiguo. Fue así que el cristianismo primitivo, el zoroastrismo, el judaísmo, el gnosticismo, por mencionar algunas tradiciones, comenzaban a ganar terreno por sobre el racionalismo estricto de la Grecia Clásica y el Estado romano fuertemente enlazado con su religión. Es esta esperanza de un evento magno que terminará por dar sentido a todo que que ocurre, para imponer justicia eterna, y regir por siempre bajo una coherencia total, ante el caos percibido del momento, lo que Umberto menciona como una característica enaltecida por los modos fascistas.
Así mismo puntualiza Eco lo siguiente, que “las culturas fascistas tienden a ser sincréticas. «Sincretismo» no es únicamente como indicaría su uso más coloquial, nos dice Eco "la combinación de formas diferentes de creencias o prácticas", y continúa diciendo, “una combinación de ese tipo debe tolerar las contradicciones. Todos los mensajes originales contienen un germen de sabiduría y, cuando parecen decir cosas diferentes o incompatibles, lo hacen sólo porque todos aluden, alegóricamente, a alguna verdad primitiva”, es decir, el sincretismo, al dar por hecho una simiente de verdad universal ya revelada, es ciega ante cualquier contradicción interna.
Como consecuencia, ya no puede haber avance del saber. La verdad ya fue anunciada de una vez por todas, y lo único que podemos hacer es seguir interpretando su oscuro mensaje. Es suficiente mirar la cartilla de cualquier movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se alimentó de elementos tradicionalistas, sincretistas, ocultos. La fuente teórica más importante de la nueva derecha italiana, Julius Evola, mezclaba el Grial con los Protocolos de los Ancianos de Sión, la alquimia con el Sacro Imperio Romano.
Es importante puntualizar que en ningún momento Eco nos asegura que la espiritualidad sea equivalente inmediatamente, o sinónimo, de fascismo, ni siquiera que la religión sea el único elemento necesario para un fascismo, sino que, una de varias características del fascismo es abrazar obsesivamente la idea de que la verdad ya fue dicha una vez desde la antigüedad, y este elemento debe sumarse con otros para que se pueda decir que se trata efectivamente de un fascismo.
2. El tradicionalismo implica el rechazo del modernismo.
Tanto los fascistas como los nazis adoraron la tecnología, mientras que los pensadores tradicionalistas suelen rechazar la tecnología como negación de los valores espirituales tradicionales. Sin embargo, a pesar de que el nazismo estuviera orgulloso de sus logros industriales, su aplauso a la modernidad era solo el aspecto superficial de una ideología basada en la «sangre» y la «tierra» (Blut und Boden). El rechazo del mundo moderno se camuflaba como condena de la forma de vida capitalista, pero concernía principalmente a la repulsa del espíritu de 1789 (o de 1776, obviamente). La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como «irracionalismo».
Recordemos que Umberto nos hace explícito que el fascismo es por naturaleza contradictorio, por su forma «sincretista» de manejarse, en donde las contradicciones habitan unas a lado de otras sin permitir por esto disonancia y cuestionamientos. Parecería entonces que, para el pensamiento fascista, mientras la tecnología se use para lograr su objetivo de control, no importa generar “progreso”, siempre y cuando la justificación de esto no sea el desarrollo del pensamiento científico o el desarrollo de la razón, sino para mantener el desarrollo exclusivamente como medio para lograr esa última revelación heróica característica del fascismo.
3. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción.
La creencia de que la acción es bella de por sí y, por lo tanto, debe actuarse antes de, y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se identifica con actitudes críticas. Desde la declaración atribuida a Goebbels «Cuando oigo la palabra Cultura, hecho mano a la pistola», hasta el uso frecuente de expresiones como «cerdos intelectuales», «estudiante cabrón, trabaja de peón», «muera la inteligencia», «universidad, guarida de comunistas», la sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. El mayor empeño de los intelectuales fascistas oficiales consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales.
4. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico.
El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.
5. El desacuerdo es, además, un signo de diversidad.
El Ur-Fascismo crece y busca consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.
6. El Ur-Fascismo surge de la frustración individual o social.
Esto explica por qué una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, desazonadas por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de grupos sociales subalternos. En nuestra época, en la que los antiguos «proletarios» se convierten en pequeña burguesía (y los lumpen se autoexcluyen de la escena política), el fascismo ha de encontrar su público en esta nueva mayoría.
7. A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país.
Este es el origen del «nacionalismo». Además, los únicos que pueden ofrecer una identidad a la nación son los enemigos. De esta forma, en la raíz de la sicología Ur-fascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional. Los secuaces deben sentirse asediados. La manera más fácil de hacer que asome un complot es apelar a la xenofobia. Ahora bien, el complot debe surgir también del interior: los judíos suelen ser el objetivo mejor, puesto que presentan la ventaja de estar al mismo tiempo dentro y fuera. En América, el último ejemplo de la obsesión del complot está representado por el libro The New World Order , de Pat Robertson.
8. Los secuaces deben sentirse humillados por la riqueza ostentada y la fuerza del enemigo.
De niño, me enseñaban que los ingleses eran el «pueblo de las cinco comidas»: comían más a menudo que los italianos, pobres pero sobrios. Los judíos son ricos y se ayudan entre sí gracias a una red secreta de asistencia recíproca. Los secuaces del fascismo, con todo, deberán estar convencidos de que pueden derrotar al enemigo. Así, gracias a un continuo salto de registro retórico, los enemigos son simultáneamente demasiado fuertes y demasiado débiles al mismo tiempo. Los fascismos están condenados a perder sus guerras porque son incapaces constitucionalmente de valorar con objetividad la fuerza del enemigo.
9. Para el Ur-Fascismo no hay lucha por la vida, sino más bien «vida para la lucha».
El pacifismo es entonces colusión con el enemigo; el pacifismo es malo porque la vida es una guerra permanente. Esto, sin embargo, lleva consigo un complejo de Armagedón: dado que el enemigo debe y puede ser derrotado, tendrá que haber una batalla final, tras la cual el movimiento obtendrá el control del mundo. Semejante solución final implica una sucesiva Era de Paz, una Edad de Oro que contradice el principio de guerra permanente. Ningún líder fascista ha conseguido resolver jamás tal contradicción.
10. El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en tanto fundamentalmente aristocrático.
En el curso de la historia, todo elitismo aristocrático y militarista ha implicado el desprecio por los débiles. El Ur-Fascismo no puede evitar predicar un «elitismo popular». Cada ciudadano pertenece al mejor pueblo del mundo, los miembros del partido son los ciudadanos mejores, cada ciudadano puede (o debería) convertirse en miembro del partido. Pero no puede haber patricios sin plebeyos. El líder, que sabe perfectamente que su poder no lo ha obtenido por mandato sino que lo ha conquistado por la fuerza, sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, tan débiles que necesitan y merecen a un «dominador». Puesto que el grupo está organizado jerárquicamente (según modelo militar), todo líder subordinado desprecia a sus subalternos, y ellos a su vez desprecian a sus inferiores. Todo esto refuerza el sentido de un elitismo de masa.
11. En esta perspectiva, cada uno está educado para convertirse en héroe.
En todas las mitologías, el «héroe» es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo se vincula estrechamente con el culto a la muerte: no es una coincidencia que el lema de los falangistas era « ¡Viva la muerte!». A la gente normal se le dice que la muerte es enojosa, pero que hay que encararla con dignidad; a los creyentes se les dice que es una forma dolorosa de alcanzar la felicidad sobrenatural. El héroe Ur-Fascista, en cambio, aspira a la muerte, anunciada como la mejor recompensa de una vida heroica. El héroe Ur-Fascista está impaciente por morir, y en su impaciencia, hay que decirlo, más a menudo consigue hacer que mueran los demás.
12. Puesto que tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales.
Éste es el origen del machismo (que implica desdén hacia las mujeres y una condena intolerante de costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad). Y dado que el sexo es también un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista jugará con las armas, que son su Erzatz fálico: sus juegos de guerra se deben a una invidia penis permanente.
13. El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo».
En una democracia los ciudadanos gozan de derechos individuales, pero el conjunto de los ciudadanos solo está dotado de un impacto político desde el punto de vista cuantitativo (se siguen las decisiones sólo de la mayoría). Para el Ur-Fascismo los individuos como tales no tienen derecho, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». Puesto que ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. Habiendo perdido su poder de mandato, los ciudadanos no actúan, son llamados sólo pars pro toto (una parte por el todo) a desempeñar el papel de pueblo. El pueblo, de esta forma, es sólo una ficción teatral. Para poner un buen ejemplo de populismo cualitativo, ya no necesitamos Piazza Venezia o el estadio de Nuremberg. En nuestro futuro se perfila un populismo cualitativo por Televisión o Internet, en el que la respuesta emotiva de un grupo seleccionado de ciudadanos puede ser presentada o aceptada como la «voz del pueblo». En razón de su populismo cualitativo, el Ur-Fascismo debe oponerse a los «podridos» gobiernos parlamentarios. Una de las primeras frases pronunciadas por Mussolini en el parlamento italiano fue: «Hubiera podido transformar esta aula sorda y gris en un vivac (guardia principal en la plaza de armas) para mis manípulos (ornamento sagrado, enseña que usaba el ejército romano)». De hecho, encontró inmediatamente un alojamiento mejor para sus manípulos, pero poco después liquidó el parlamento. Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque “no representa ya la voz del pueblo”, podemos percibir olor de Ur-Fascismo.
14. El Ur-Fascismo habla la «neohabla».
La «neohabla» fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el socialismo inglés. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y una sintaxis elemental, con la finalidad delimitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Mas debemos estar preparados para identificar otras formas de neo habla, incluso cuando adopten la forma inocente de un popular reality show.
Extraído de Wikipedia: La neolengua (Newspeak en inglés) es una lengua artística que aparece en la novela 1984, de George Orwell.
Al final de esta novela aparece un apéndice titulado Los principios de la neolengua donde se explican los principios básicos de la misma. La neolengua no es más que una versión extremadamente simplificada del inglés (aunque en las traducciones de la obra se suele simplificar el idioma al que se traduce para evitar confusión), y es uno de los pilares básicos del régimen totalitario del Partido. El objetivo de crear tal lengua era sustituir a la viejalengua (Oldspeak), es decir, lo que para el lector sería el inglés actual, para así dominar el pensamiento de los miembros del Partido y hacer inviables otras formas de pensamiento contrarias a los principios del Ingsoc (lo que en el libro se conoce como “crimen del pensamiento”, “crimental” o “ideadelito/ideacrimen”, dependiendo del traductor del libro). Por ejemplo, para evitar que la población desee o piense en la libertad, se eliminan los significados no deseados de la palabra, de forma que el propio concepto de libertad política o intelectual deje de existir en las mentes de los hablantes.
Referencias
- https://www.nybooks.com/articles/1995/06/22/ur-fascism/
- https://bn.gov.ar/micrositios/admin_assets/issues/files/eaaecc0cdfdf996a154b74f4151c3e06.pdf
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